lunes, 21 de abril de 2008

THE NAKED KISS (1964)

El comienzo de este film es uno de los más osados de la historia del cine clásico. A traves de una cámara subjetiva observamos como una bella mujer nos golpea sin piedad con una cartera. Digo “nos”, porque si bien luego se mostrará en campo el rostro del destinatario, está claro que la paliza la propone el director hacia los espectadores. Es como si estuviera despertándonos del american dream para vivir una auténtica pesadilla. Pero lo más impactante es cuando en un intento de defensa, el hombre le arranca el pelo a la dama para revelar una cabeza calva. Quiero detenerme en este punto citando un antecedente en la “The Lady from Shangai” (1947) de Orson Welles, en el que se animaba a cortarle la cabellera a una de las divas de hollywood, su por entonces mujer Rita Hayworth. Si en aquel tiempo no se perdonó a Welles degradar a un icono de sensualidad, entonces a Fuller poco le importan las correcciones políticas, este es un claro ejemplo que nos indica que va a ir más allá de las convenciones. La tremenda escena concluye con la fémina acomodándose la peluca frente a un espejo mientras transcurre la secuencia de títulos en la que ya podemos divisar a una elite de profesionales que trabajan en la obra como el gran director de fotografía Stanley Cortez “The Night of Hunter” (1955).
La historia de este drama se centra en la figura de Kelly, una prostituta que llega a un suburbio escapando de su proxeneta. Con el pelo crecido, Tan sólo trae consigo una maleta con botellas de champaña en su interior con el fin de usarla como cebo para atraer clientes. Sin embargo la vida de esta muchacha cambiará luego de concretar una cita con su primer usuario (un detective policial) y adivinar el sórdido futuro que le espera si continúa con dicho oficio. Entonces, Kelly decide dar un giro total a su futuro para hospedarse en una casa de familia y trabajar como enfermera en un hospital que cobija a niños con problemas ortopédicos. Lo que viene después será la calma que precede a la tormenta y la caída de sus sueños de cambio.
Fuller, que bien sabía como escandalizar, construirá una trama que conjuga una de visión demasiado perversa sobre el amor. Algo que nos recordará a la genial “Vértigo” (1958) de Alfred Hitchcock en el tono plácido que usa para reflejar a través de la puesta en escena la caída de lo idílico que propone siempre el amor soñado. La música melosa, las imágenes mentales y sobre todo la decisión de utilizar primeros planos en momentos claves, son las bases sobre las que se erige esta extraña obra que se centra sobre la figura de las apariencias. Porque ese es el tema que domina la película: la sociedad y sus prejuicios sobre el pasado que traen consigo las personas. Mientras Kelly sonría y se acomode el peinado, todo el pueblo la adorará, pero una vez que sepan quién fue en su otra “vida”, nadie pondrá las manos en el fuego por ella, aunque sea la encargada de de desenmascarar a la perversión que azota a aquellos que la condenan.
Es sabido del tono amarillista de los temas que escoge Fuller para sus películas, locura, infidelidad, violencia y en este caso pedofilia son moneda corriente en los guiones que elige para rodar. Pero lo que lo despega de un sensacionalismo barato es la magnífica solidez con la que emite su opinión sin dejar que el espectador saque conclusiones por si mismo. El director se juega en sus ideas y estas son bastante sólidas para sacudirnos el cuerpo.
El final nos recuerda un poco al western de Fred Zinnemann “High Noon” (1952) en el que Kelly al igual que Gary Cooper se enfrenta a un pueblo avergonzado que reconoce su arrepentimiento. Y con un similar plano cenital nos muestra a la heroína que parte para seguir su vida quien sabe donde, pero segura del camino que ha escogido.

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