lunes, 21 de abril de 2008

Cool Hand Luke(1967)


El cine siempre estuvo plagado de personajes entrañables, pero en este rubro hubo uno que se despegó por su simpatía. El joven Luke, excede la arrogancia natural de Paul Newman para potenciarla a un grado de mito, desafía sistemáticamente a las autoridades con una sonrisa en la boca sin importar las consecuencias de semejante desacato. Y lo que es más querible aún es su moral inquebrantable que le hace llevar sus causas al límite para cruzarlos en un camino sin retorno.Esta fábula sureña con ritmo de blues y personajes orgullosos dista mucho de la narración convencional que se venía viendo en materia de films relacionados a la vida en prisión. Tomemos en cuenta que desde aquella obra maestra de Jean Renoir “La Grande Illusion" (1937) a “Escape from Alcatraz” (1979) de Don Siegel, el objetivo de los protagonistas de estas historias era el escape del campo o la fortaleza en la que estaban atrapados. O sea que la mayor parte del relato podía dividirse en una primera fase de entrada al presidio (donde se nos mostraba su reforzada seguridad y lo complejo del escape), una segunda fase de conformación de grupo y elaboración del plan, y la tercera donde se ejecutaba lo anterior. En casi todos los casos la meta era escapar y el film servía como vehículo para construir este sueño. Sin embrago en “Cool Hanf Luke”, la cuestión argumental cumple el primer eslabón expuesto pero no el segundo y me animaría a decir que si se da el tercero es más por una suerte de decantación crítica hacia las convenciones clásicas del género que por otra cosa, pero veamos como funciona esto en el film.Paul Newman es Luke, un joven rebelde que comete un crimen menor (destruir propiedad municipal) y es condenado a cumplir su condena de dos años en un presidio rural. Lo primero que hace Luke es mostrarse como diferente y conquistar de manera poco ortodoxa la estima de sus compañeros de celda. Pero, aquí viene el elemento extraño, no intenta persuadir a sus colegas de escapar ni maquina un plan maestro, Luke quiere divertirse aceptando desafíos absurdos que alimenten su carácter de héroe hedonista. Está claro que en algún momento va a intentar huir, pero no por los métodos convencionales sino respondiendo a los arrebatos de libertad propios de una personalidad como la de él. Este motivo principal hace de la película de Stuart Rosenberg un relato fresco, simpático y renovador.Otra de las claves para entender el tema de esta producción es el carácter de parábola bíblica que se construye a nivel visual a lo largo de la historia. Luke es una suerte de Cristo a pesar que no crea en él. Esa paradoja subraya la idea del salvador de almas y se expresa con el recorrido de nuestro héroe. Primero despierta la conciencia de que si se trabaja rápido se consigue más tiempo libre (cosa que no agrada a las autoridades), luego unifica al grupo sin hacer distinciones, después desafía a sus superiores con el buen trato para terminar viviendo su propio vía crucis. Es azotado y golpeado hasta el hartazgo por estos pseudo romanos, encadenado y usado como ejemplo de castigo. Su deambular entre sus fieles con la túnica blanca y las cadenas lo convierten en un verdadero mártir, que además muestra la multiplicación de los panes en la escena del comedor donde todos comen un poco de su comida. Sustentando aún más esta idea, el final de Luke va a ser justamente en una iglesia intentando por primera vez hablar en serio con Dios. En definitiva, la aparición de este protagonista va a devolver cierta ilusión y dignidad a sus pares encerrados.Más allá de todas las lecturas posibles y por cierto muy ricas que nos propone la cinta, es posible dejarlas de lado para sólo quedarnos con la legendaria escena en la que Newman desafía a la cuadrilla con comerse cincuenta huevos duros en el lapso de una hora. Tal vez esa situación tan imposible como absurda defina mejor que todo lo expuesto al personaje y a la película. Cool Hand Luke: un verdadero indomable del cine.

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